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Relojes mecánicos de carga automática
Los relojes automáticos cuentan con la capacidad de cargarse mediante el movimiento del brazo de su portador. Su historia se remonta al siglo XVIII y actualmente, existe un sinnúmero de marcas que producen sus propios calibres automáticos.
Lo más destacado de los relojes automáticos
- La carga automática garantiza un flujo de energía constante
- Sostenibles y respetuosos con el medio ambiente: elimina la necesidad de utilizar pilas
- El Rolex Oyster Perpetual es uno de los relojes automáticos más prestigiosos del mercado
- John Harwood fue el inventor del reloj de pulsera automático
- Los relojes automáticos están disponibles en casi cualquier rango de precio
El reloj que se da cuerda a sí mismo
Los relojes automáticos ofrecen una ventaja decisiva frente a los relojes de cuerda manual: se cargan a sí mismos mediante el movimiento del brazo de su portador. La pieza esencial que carga el calibre es la masa oscilante. Hoy en día, estos relojes disponen de un rotor montado sobre un rodamiento con bolas que gira sobre un pivote. De esta manera, la energía cinética activa el rotor alojado en el interior de la caja del reloj que, a su vez, transmite energía al movimiento. Un reloj automático no necesita pilas, por lo tanto, se trata de una pieza sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Prácticamente casi todas las marcas relojeras más prestigiosas del mercado ofrecen relojes automáticos en su catálogo. La gama de precios se ajusta a todos los bolsillos. Los modelos más asequibles suelen alojar calibres base —también conocidos como ebauches— de la firma ETA, Soprod o Sellita. Las casas relojeras utilizan este conjunto de piezas básicas y las montan en sus relojes. Incluso firmas como Breitling o TAG Heuer basan la construcción de sus calibres utilizando estos ebauches. No obstante, cabe señalar que dichas firmas han desarrollado con el tiempo movimientos de manufactura.
Rolex y Patek Philippe son algunos de los fabricantes de relojes más conocidos de la industria. A diferencia de otras muchas marcas, estas dos casas no alojan calibres base —ebauches— provenientes de otros proveedores. Por ejemplo, el calibre 3130 de Rolex se considera uno de los más robustos, fiables y precisos. Estas características han hecho de este calibre uno de los movimientos automáticos más admirados en el mercado y oscila, entre otros, en el Submariner. Cabe destacar que Rolex se distingue por lograr un porcentaje de producción propio que alcanza casi el 100 %. Por este motivo, la fabricación de sus piezas es más elaborada y el precio de sus relojes automáticos más costoso.
¿Cuánto cuesta un reloj automático?
Si está buscando un reloj automático, el mercado le ofrece un amplio abanico donde elegir: ¿desea un reloj grande o pequeño, simple o extravagante, asequible o caro? La variada selección se adapta a cualquier gusto y presupuesto. Los relojes automáticos de las marcas Citizen, Seiko o Swatch se encuentran en el mercado de segunda mano a partir de los 50 euros. Generalmente, ofrecen relojes simples de tres agujas y algunos con un indicador de la fecha o del día.
En el segmento de precio entre los 100 y los 200 euros puede encontrar diversos relojes automáticos nuevos de marcas como Seiko o Fossil. Ejemplares de segunda mano de firmas con décadas de experiencia como Tissot, Hamilton o Longines están disponibles en un rango de hasta 500 euros. Lo mismo ocurre en el segmento de los 1000 euros. No obstante, también se pueden encontrar modelos sin estrenar de casas alemanas como Marcello C.
En el rango de los 1000 euros es posible hacerse con un reloj de ocasión de Omega o Breitling. Sin embargo, también puede echar un vistazo a los modelos de tres agujas sin estrenar de las firmas Oris, Raymond Weil o Rado.
Si busca un cronógrafo automático de segunda mano, debe contar con al menos 500 euros y mirar marcas como Tissot o Hamilton. Los cronógrafos nuevos cuestan alrededor de los 800 euros. Este tipo de relojes suelen alojar el movimiento Valjoux 7750 de ETA. Se trata de uno de los calibres cronógrafo de cuerda automática más prestigiosos del mercado.
Si desea comprar un reloj automático de la marca Rolex, debe contar con un presupuesto de al menos 3000 euros. Con esta cantidad de dinero puede hacerse a uno de los modelos estándar de los Oyster Perpetual. Con un poco de suerte, puede encontrar algún reloj vintage de esta manufactura suiza por menos de 1000 euros. El Submariner, uno de los primeros y más icónicos relojes de buceo, ronda los 4100 euros, mientras que las versiones sin estrenar alcanzan los 5600 euros. El Rolex Daytona Chronograph —otro de los modelos legendarios de la casa— cuesta alrededor de los 7500 euros.
Las firmas Audemars Piguet o Patek Philippe ofrecen los relojes automáticos más caros del mercado. Sus modelos suelen fabricarse en platino u oro de 18 quilates y, muchos de ellos, lucen diamantes adornando las esferas y las cajas de los relojes. Los modelos vintage de colección también son piezas, mejor dicho joyas, muy codiciadas entre los amantes de la relojería que, incluso, pueden llegar alcanzar el millón de euros.
La técnica detrás de los relojes automáticos
El mecanismo automático del reloj activa el muelle real, es decir, la pieza que almacena la energía en un reloj mecánico. Esta activación se lleva a cabo mediante el movimiento del brazo del portador. De esta manera, el mecanismo automático sustituye la acción de dar cuerda manual a un reloj a través de la corona. En este caso, la masa oscilante —en algunos casos también llamada rotor— realiza la operación de carga/cuerda. Este conjunto de masa oscilante y rotor se acopla al rodamiento a bolas y pivota cargando el reloj. La energía generada por el movimiento se transmite al barrilete. Visto desde el punto físico, el mecanismo transforma la energía cinética en energía potencial.
Existen movimientos automáticos con un rotor unidireccional o bidireccional. Esta última variante dispone de engranajes que actúan como una caja de cambios y se encargan de que la masa oscilante cargue el muelle real. Por su lado, el rotor unidireccional gira en ambos sentidos pero enrolla la espiral cuando el giro se dirige en un sentido determinado. Estas dos variantes disponen de un engranaje de reducción. Esta pieza asume la tarea de controlar la aceleración del rotor en un movimiento más lento para el mecanismo. El extremo del muelle real no se conecta directamente con el barrilete para evitar que este se rompa cuando está completamente enrollado. Esta punta final dispone de un tipo de brida o muesca que se desliza a lo largo de la pared interior del barrilete y permite un desenvolvimiento más limpio cuando el muelle alcanza la máxima tensión.
Los relojes automáticos ofrecen muchas ventajas: son cómodos, sostenibles y, por lo general, más precisos. El grado de precisión del reloj depende en gran medida del muelle real que se enrolla de forma más constante que en un calibre de cuerda manual. Esto tiene una influencia positiva sobre la amplitud o grado de oscilación. Es decir, el ángulo de giro del volante entre la posición de equilibrio y el punto de inversión de cada oscilación.
Las características técnicas más importantes
- El rotor asume la tarea de cargar la espiral alojada en el barrilete
- Ventajas: se prescinde de una acción manual al cargar el reloj. Además, es sostenible y más preciso
- Existen movimientos automáticos con rotores unidireccionales y bidireccionales
El origen de los relojes automáticos
El movimiento de cuerda automática es el invento más importante de la historia de la relojería que ha conseguido perdurar en el tiempo. A día de hoy, este tipo de mecanismos son una de las complicaciones relojeras más común del mercado.
El origen de los relojes automáticos se remonta al año 1729 cuando Abraham-Louis Perrelet mejoró el mecanismo de carga de los relojes de bolsillo. En aquella época era necesario dar cuerda al reloj con una pequeña llave. Dado que esta nunca se tenía a mano cuando se necesitaba, los sistemas de carga sin llave empezaron a ser mucho más demandados. Perrelet entendió las necesidades de la época y buscó la manera de crear un mecanismo de carga automática. En 1770, y tras innumerables intentos, presentó un modelo experimental. Este reloj contaba con una masa oscilante de peso que se movía hacia arriba y hacia abajo al caminar. El movimiento hacía que la masa oscilante tensara el muelle real. Perrelet también desarrolló un calibre con rotor que pivotaba sobre el movimiento. Esta innovación sentó las bases del reloj automático de nuestros días.
Los refinados hombres de aquel siglo llevaban sus relojes de bolsillo bien resguardados en sus chaquetas, chalecos o pantalones. Guardados en los bolsillos, estos apenas se movían, por lo tanto, la masa oscilante no contaba con la energía suficiente para enrollar el muelle real. Los relojes de cuerda mediante corona —tal y como los conocemos hoy en día— resolvieron el problema de la llave a mediados del siglo XIX. El mercado empezó a centrarse en este tipo de mecanismos olvidando los relojes de bolsillo automáticos.
Los primeros relojes automáticos
Uno de los pioneros en el ámbito de los relojes de pulsera automáticos fue el relojero francés Léon Leroy. Él presentó el primer reloj de carga automática en el año 1922. Algunos de los ejemplares disponían incluso un indicador de la fecha. Sin embargo, Leroy estaba muy lejos de producir sus relojes en serie.
El relojero británico John Harwood consiguió empezar a fabricar en serie los relojes automáticos. Él empezó a interesarse por los movimientos automáticos en el año 1922. Dos años más tarde, los patentó y allanó el terreno para producir los primeros relojes de pulsera automáticos en serie.
Lanzado en el año 1933, el Rolex Oyster Perpetual fue uno de los primeros relojes automáticos del mercado. Un modelo que, desde aquel año, no ha dejado de producirse y, actualmente, forma parte del catálogo de la firma suiza. De hecho, el principio de funcionamiento del rotor del Oyster Perpetual se encuentra alojado en el corazón de todo reloj automático moderno.