Escribir un artículo sobre mi pasión por los relojes resulta difícil. Sencillamente, hay demasiado de lo que hablar como para ponerlo todo en unos pocos párrafos. Los relojes son una fuente de inspiración que da para días y días de conversación. ¿Cómo resumirlo en un breve artículo personal, sin contar una larga historia? Supongo que empezaré por el principio y veré dónde acaba. Al igual que mi amor por los relojes.
El reloj que lo empezó todo
Como en el caso de muchas otras historias, fue mi padre quien inspiró mi pasión por los relojes mecánicos. Y sucedió 11 años antes de que yo naciera. En 1966, mi padre, que tenía poco más de 20 años de edad, se fue a Bedford, Reino Unido, a trabajar en su primer proyecto para su primera empresa. Durante los tres meses que pasó allí, ahorró algo de dinero, y cuando volvió a los Países Bajos decidió comprarse un buen reloj con su primer sueldo.
Decidió gastarse sus 200 florines holandeses (unos 90 euros) en un Omega Seamaster DeVille. Escogió la versión de cuerda manual porque era menos gruesa que la versión automática del Seamaster DeVille y, por lo tanto, más agradable de llevar. Y lo llevaba mucho. Cuando yo era joven, veía a mi padre con ese reloj puesto día tras día, por lo que es un recuerdo suyo que se ha quedado grabado en mi memoria para siempre.
Fuera del cajón
A principios de los 90 dejó de ponerse el reloj a diario, después de haberlo llevado casi religiosamente durante un periodo de 25 años. El único problema era que nunca lo había llevado a revisar, y con el paso del tiempo el reloj dejó de funcionar, así que mi padre lo guardó en un cajón de su mesilla de noche durante años. Poco antes de que mi padre se jubilara, hace algo más de diez años, a mi madre y a mí se nos ocurrió llevar a reparar el reloj para que volviese a funcionar, de manera que mi hermano y yo tuviésemos un buen regalo para su fiesta de jubilación. Aún recuerdo la expresión en su rostro cuando le devolvimos su propio reloj. Estaba sorprendido y emocionado por el hecho de que nos hubiésemos molestado en resucitar el reloj al que tanto cariño tenía. Nunca olvidaré ese momento. Mi padre sigue poniéndose el Omega Seamaster DeVille a menudo, y espero que un día yo mismo pueda llevarlo, porque significaría mucho para mí.
El primero
En cuanto a los relojes de mi propia elección, recuerdo con claridad que durante mi juventud llevé varios modelos de Swatch. Todavía me acuerdo de que tardé una eternidad en decidir cuál sería mi primer Swatch en 1989, cuando tenía doce años. Había demasiados para elegir y no quería ninguno que tuviese otra persona. Volví loca a mi madre, pero al final me quedé muy contento con mi Swatch Bar Oriental. Me encantaba ese reloj, y al escribir este artículo tuve que investigar para saber exactamente de qué modelo de Swatch se trataba. Cuando vi que llevaba una imagen de un baterista en la correa, todo encajaba, pues la música es mi mayor pasión. Parece ser que de alguna forma ya lo tenía claro a mis doce años, y el tiempo no ha hecho más que confirmarlo.
La pasión es contagiosa
Después de llevar varios relojes Swatch, durante un largo periodo de tiempo mi interés por los relojes se vio ensombrecido por mis otras pasiones: los deportes y la música. Cuando conocí al fundador de Fratello Watches, Robert-Jan Broer, mi amor por los relojes volvió a despertar. Robert-Jan y yo vivíamos en la misma casa y durante este tiempo nos hicimos muy buenos amigos. Cuando me mudé allí en 2003, pronto nos dimos cuenta de que compartíamos una historia similar, pues nuestros padres habían tenido relojes de Omega. Así es como comenzamos a hablar más sobre relojes y, gracias al conocimiento y pasión de Robert-Jan, se avivó mi interés por los relojes y por las marcas de que había oído hablar, pero que no conocía demasiado. También fue entonces cuando empecé a leer sobre relojes, así como a conocer a otros aficionados a través de Robert-Jan y a familiarizarme con todas las marcas que producen estas máquinas del tiempo con un valor tan sentimental. Esto es lo que me fascina del mundo de los relojes.
Muchas de las conversaciones que Robert-Jan y yo tenemos a día de hoy se centran en las emociones o historias que se esconden detrás de una marca de relojes. Ambos compartimos una gran apreciación por los productos de calidad que albergan una auténtica historia con la que se puede conectar. Estas historias pueden estar basadas en la historia de la marca, su maestría técnica, su diseño, o quizá incluso en una anécdota personal, siempre y cuando sea una historia genuina y no se trate solamente de un producto que indica la hora con algún relato inventado para hacerlo más interesante. No soporto esos negocios que venden una imagen en vez de una buena historia con la imagen que le acompaña. Pero, por supuesto, se puede tener mucho éxito vendiendo productos basados tan solo en su imagen. Lo sé por experiencia, pues mi trabajo diario es diseñar las identidades y estrategias de las marcas para que tengan éxito en el mercado minorista. Esta experiencia, sin embargo, no ha hecho sino fortalecer mi creencia de que, si falta sustancia, lo más probable es que a largo plazo el público no conecte con una marca.
Conquistando corazones
En una industria que debe gran parte de su éxito a la excelencia tecnológica y que goza de cientos de años de historia, las marcas tienen grandes oportunidades de crear una conexión genuina con los amantes de la relojería. Por desgracia, creo que es precisamente esto lo que les falta a muchas casas relojeras. Y eso que lograr una conexión es esencial, en especial dado que las ventas de relojes han estado decayendo en los últimos años y que la mayoría de los consumidores no se compran un reloj cada semana, por lo que hay que encontrar la forma de llegar a sus corazones. Y aquí es donde están fallando muchas marcas. La mayoría de los mensajes que emiten están enfocados de dentro hacia fuera, promocionando una imagen con la conservadora convicción de que la gente se aferrará a ella porque dicha marca es una autoridad absoluta. Pero, en el mundo de hoy y mañana, esta estrategia no va a tener éxito en el ámbito de la relojería.
Dicho esto, también es cierto que otras marcas entienden perfectamente qué es lo que hace del mundo de los relojes la maravillosa industria que puede llegar a ser. No debería sorprendernos, pues, que algunas de ellas sean prestigiosas marcas con una gran historia de éxito. Por supuesto, mi amor por Omega se debe en gran medida a que mi padre tiene uno y uno de mis mejores amigos adora la marca. Pero, aparte de todo eso, y desde mi punto de vista, Omega comprende la importancia de crear historias con sentido y rinde tributo a su pasado mientras avanza a nivel tecnológico. Su última prueba de ello es el nuevo Omega Seamaster 300M. Es un ejemplo perfecto en el que la marca respeta el diseño y la historia de la versión original a la vez que incorpora enormes mejoras técnicas para ponerlo a la altura de los estándares actuales.
Marcas pequeñas y grandes
Una tercera marca que me encanta es Rolex. Parece ridículo que hayan sido capaces de crear tantos relojes icónicos a lo largo de las décadas. Lo que más me gusta de Rolex es que sus diseñadores han logrado producir diseños que de inmediato dan la sensación de ser auténticos clásicos. Si veo muchos diseños de relojes deportivos, casi siempre encuentro algo que me parece antinatural y me desagrada. Sin embargo, Rolex ha producido un gran número de relojes deportivos, como el Submariner, el GMT-Master, el Sea-Dweller y el Yacht-Master, que para mí reflejan con naturalidad la apariencia que debería tener un reloj deportivo. Si se combina esto con su maestría técnica, no es de sorprender que Rolex se haya convertido en la mayor marca de relojes de lujo.
Una tercera marca que me encanta es Rolex. Parece ridículo que hayan sido capaces de crear tantos relojes icónicos a lo largo de las décadas. Lo que más me gusta de Rolex es que sus diseñadores han logrado producir diseños que de inmediato dan la sensación de ser auténticos clásicos. Si veo muchos diseños de relojes deportivos, casi siempre encuentro algo que me parece antinatural y me desagrada. Sin embargo, Rolex ha producido un gran número de relojes deportivos, como el Submariner, el GMT-Master, el Sea-Dweller y el Yacht-Master, que para mí reflejan con naturalidad la apariencia que debería tener un reloj deportivo. Si se combina esto con su maestría técnica, no es de sorprender que Rolex se haya convertido en la mayor marca de relojes de lujo.
Pero, además de estas grandes marcas, también aprecio las casas pequeñas que desafían los límites de la relojería y del diseño. Algunas marcas de alta gama, como MB&F, HYT o Urwerk han logrado hacer exactamente eso, por lo que me encanta ver sus nuevas creaciones. Pero también me gustan mucho otras como SevenFriday o Linde Werdelin, cuya filosofía más bien se basa en crear relojes con diseños llamativos que destacan entre la multitud. Por último, me gustaría mencionar a una marca con la que tengo una conexión especial: Grönefeld. Es fantástico ver a dos hermanos de mi Oldenzaal natal tener tanto éxito y labrarse un nombre tan respetado en la industria relojera. Mis padres todavía viven en esa misma ciudad. Dentro de poco les visitaré y seguramente hablaré con mi padre de su Omega Seamaster DeVille y de mi última compra… un Swatch Bar Oriental.
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