¿Alguna vez se ha preguntado por qué el acero inoxidable se ha convertido en el material estándar del mundo de los relojes? La respuesta obvia es que es un metal duro capaz de resistir el roce y el desgaste del día a día, el óxido y la corrosión. ¿Pero cómo y cuándo empezamos a usar el acero inoxidable? ¡Volvamos atrás en el tiempo para descubrir las respuestas!
La historia de los relojes de acero inoxidable
No tenemos que retroceder mucho en el tiempo para encontrar los orígenes del acero inoxidable. Mientras que el uso del acero convencional se remonta por lo menos al año 326 a. C., el acero inoxidable solo data de principios del siglo XX. Si entiende de materiales, seguramente sepa que el acero es en realidad una aleación de hierro y carbono. Pero, para obtener las particularidades específicas del acero inoxidable, hay que alterar la fórmula. La resistencia a la corrosión del acero inoxidable se debe a la adición de cromo. También se pueden añadir diferentes materiales, como el níquel, molibdeno, titanio, niobio o manganeso, para aumentar aún más su resistencia a la corrosión, así como para aportarle otras propiedades materiales. El resultado final es un acero conocido por su fuerza, resistencia a la corrosión y facilidad para limpiarse y pulirse.
El acero inoxidable se introdujo en el mundo de los relojes en la década de 1910, y su popularidad despegó después del Crack del 29, tras el cual la demanda de relojes de oro y plata decreció drásticamente. Como resultado, los relojes de acero inoxidable, que eran más baratos de producir, se abrieron paso para rellenar ese hueco. Al principio, la dureza del acero inoxidable presentaba un desafío para la mecanización. Sin embargo, una vez que los relojeros superaron ese problema, el acero inoxidable se convirtió en su material principal.
Las diferentes composiciones del acero inoxidable
Si es usted un entusiasta de los relojes, probablemente haya visto los números 316L o 904L en las descripciones de los modelos. Estos números hacen referencia a aleaciones específicas y sus propiedades o características correspondientes: acero inoxidable 316L y 904L. Ambos tipos son lo que se conoce como acero inoxidable austenítico, un tipo de aleación que tiene la misma estructura cristalina.
La mayor diferencia entre las dos versiones es que el 904L tiene un mayor porcentaje de níquel y cromo, y también contiene cobre. Esto hace que el acero 904L sea más resistente a la corrosión que el 316L, así como más resistente a los ácidos. Además, tiene un aspecto más brillante cuando está pulido, gracias a su mayor cantidad de cromo. Aunque a veces se cree que es más difícil de trabajar, en realidad no es así, porque el 316L es el más duro de los dos materiales.
Si bien cada vez más marcas de relojes utilizan el acero inoxidable 904L, Rolex fue uno de los primeros fabricantes en emplear este material y realmente celebra su uso en sus propios relojes. Por supuesto, Rolex no sería Rolex si no le hubiese dado al material su propio nombre patentado: Oystersteel. Rolex publicita intensamente su uso del acero inoxidable 904L. De hecho, en una de sus campañas, asevera: «En Rolex, el acero es un metal precioso». Es un marketing muy ingenioso, especialmente si consideramos que el acero inoxidable 904L es mucho más caro.
Una de las desventajas del acero inoxidable 904L es cómo reaccionan a él las personas con alergia al níquel. Esto ocurre con menos frecuencia con el acero 316L, ya que contiene una cantidad de níquel significativamente menor. Pero, si quiere estar absolutamente seguro de que no va a sufrir una reacción alérgica, su mejor apuesta es un reloj de titanio. Además de ser más ligero que el acero inoxidable, el titanio es más hipoalergénico.
¿Pulir o no pulir?
En cuestión de mantenimiento y cuidados, el acero inoxidable es un material que le durará literalmente toda la vida. No obstante, claro está, no es inmune al desgaste y deterioro general. Todos conocemos los arañazos y las muescas que van acumulando los relojes de acero inoxidable con el tiempo, así que es fantástico que se puedan pulir y devolver a su lustre original. Sin embargo, muchos entusiastas de los relojes no quieren un ejemplar que se haya pulido en exceso. Si se abusa del pulido, este puede cambiar la curvatura de la caja y, con ello, alterar la forma original del reloj.
Además, ¿por qué querría pulir un reloj vintage, si cuenta una gran historia? Yo soy una de esas personas a las que les encanta el aspecto de algunos relojes antiguos cuando están muy machacados. Les otorga más carácter. Un buen ejemplo de ello es un Rolex GMT-Master ref. 1675 de los años sesenta con un bisel decolorado, un brazalete muy usado y una caja llena de rasguños. El Omega Speedmaster «Moonwatch» es otro reloj que queda genial con muchas marcas de uso. Los divers vintage de Seiko de acero inoxidable también se ven muy bien con arañazos y muescas.
¿Qué les depara el futuro a los relojes de acero inoxidable?
Por ahora, el acero inoxidable es el estándar de la industria de los relojes de lujo, y yo creo que la situación no va a cambiar en un tiempo. No obstante, en los últimos años hemos presenciado un enorme aumento del uso de materiales ligeros como el titanio, el carbono y la cerámica.
A algunos tradicionalistas de los relojes no les gusta el hecho de no poder sentir el peso de un reloj fabricado con estos materiales en la muñeca. Un poco de peso le da al usuario la tranquilidad de que sigue llevando su ejemplar. Como tal, siempre habrá un mercado para los relojes de acero inoxidable, y lo mismo se puede decir de los metales preciosos. Es bueno saber que seguiremos pudiendo disfrutar de muchos relojes fantásticos de acero inoxidable en los años venideros.